SOBRE MÍ MISMO

    Hace tanto años, como los que tengo, un día de invierno de 1954 nací en una pedanía de la huerta de Murcia. Antes con “H”, hoy ni siquiera “güerta”. Cuando había palmeras, paraísos y huertanos. Aquí viven mis padres, a los que frecuento.


   Cada vez que voy se hacen presentes las ausencias, las heridas de la codicia, las naves industriales junto a casonas millonarias de estética cantarina y vulgar, las granjas abriéndose paso entre urbanizaciones acicaladas de plástico, veredas deshabitadas con iluminaciones faroleras. En una de estas veredas, la de la Cruz, queda en pie y Dios quiera que por mucho tiempo una ermita que data de pasados medievales con columnas de piedra a estilo toscano, donde se halla la sede de los Auroros de Santa Cruz.


    Para ir a casa de mis abuelos había que hacer parte del trayecto por esta vereda, bordear el río Segura entre cañizares, naranjos, choperas y frutales. Había una lancha para cruzar el río e ir a Alquerías. Cerca de esta lancha vivían mis abuelos maternos que administraban y cuidaban la finca de “los Señoritos”, que vivían en Murcia capital. Por estos parajes que no advertían catástrofes inminentes, acompañaba a mi abuelo “El juanchín” a pastar sus ovejas, enchufar el motor de riego y bañarme con mi primo por las”regaeras”. 


Ya púber, con la inducción religiosa de mi tía María “la tata”, me voy al seminario, tal vez me llevaron. 


   Las ilusiones eclesiásticas duraron hasta cuarto de bachiller. Un año en la Fuensanta y el resto en el Seminario de San José de Murcia. Los últimos años de bachiller los hice por libre y nocturno, y así poder trabajar y ayudarme en los estudios. Mi padre ya estaba por las francias y alemanias para sacarnos adelante; a mis dos hermanos y a mí. Mi madre, cuidaba a mis abuelos paternos y yo la acompañaba con el “carretón” a lavar la ropa al pozo artesiano que está detrás de la iglesia.


    Estudiando magisterio por los años 70, los fines de semana me enganchaba, fielmente con flujos sagrados de metamorfosis frutales, a cargar camiones de fruta para la exportación y Galicia. Los cromatismos a mano alzada para ascender las cajas al interior del vehículo, me sirvieron para costear libros, matrículas y algún paquete de tabaco. Los veranos iba de vacaciones a una fábrica de conservas, con temperaturas que derretían los pinceles y los Santos Óleos. Mi profesor de dibujo D. Vicente Armiñana, me exhortaba para marchar a Valencia a estudiar BB.AA. La situación económica no me lo permitía, tenía que terminar pronto la carrera y trabajar.


    El zagal se hace maestro. Por despiste, olvida pedir destino tras aprobar oposiciones y me mandan a los más lejanos territorios de España. Vivía en Las Palmas, iba a diario bordeando el mar y otro tramo serpenteando los montes cercanos a Telde a Lomo Magullo. En las Palmas de Gran Canaria me matriculé en la UNED para hacer el curso-puente para estudiar Historia del Arte.


   Desde esta isla aprovechaba fines de semana y vacaciones para conocer el resto del archipiélago. El magnetismo que sentí en Lanzarote hizo que volviera en varias ocasiones y le pintara. En todas las islas sentí ferocidad como delicadeza, impetuosidad como calma… y la fragilidad humana.

 

   La fiebre peninsular contagiada por compañeros, el síndrome de enclaustramiento, mi novia de Sevilla, el clima tan monótono y pesado, hicieron que pidiera traslado a la Península. Entre todos los posibles destinos estaba Aledo, de los últimos. Aquí arriba, me incorporé en el curso 78/79.


   Aledo estaba patas arriba, calles levantadas para meter alcantarillado, casas desvencijadas, pueblo semiabandonado por la emigración francesa, ambiente tradicionalmente castizo y más… De un ambiente cosmopolita, diverso y desinhibido a otro conservador, anclado en tradiciones y con ventanas entreabiertas. Para colmo vivía frente al campanario, sonando cada cuarto de hora. Inauguramos colegio, me fui integrando y me sobrecogió un naturalismo cambiante y atractivo a lo largo de las estaciones.   


    A principios de los ochenta cambió de casa, me casé con Mercedes (mi loreña de Sevilla). Tuvimos dos niñas y aquí se criaron, escolarizaron y crecieron.


   Me tomé en serio ser maestro y apenas pisaba la escuela. Contactos con la naturaleza, visita a yacimientos arqueológicos, senderismo por ramblas y huertos, pintar en cabezos, en espacios naturales… En el curso 80/81 montamos en el Castillo de Aledo una maqueta de la Villa Medieval, dicho montaje lo tiraron a la basura, sin avisar… ¡Ya empezamos!. En la misma sala había una muestra de dibujos que recordaban las culturas que habían pasado por Aledo. Quería dotar a mis clases de creatividad y que se respirara arte. Comenzamos a trazar maquetas después de una de aquellas salidas por los alrededores, en las que encontramos unas lascas parecidas a menhires y con varias de ellas hicimos dólmenes, cromlech… De tal forma, en cada clase trabajábamos el periodo histórico correspondiente al diseño de la E.G.B.


   El descenso de la matrícula ocasionó cambios en el colegio. Suprimieron las CC.SS y comenzaba la LOGSE a dar sus pinitos. Con ello empezaba el deterioro de las maquetas. Formamos equipos de restauración y mantenimiento. La pérdida de población joven, que marchaba a poblaciones limítrofes en busca de mejor vida y de otras ocupaciones que no fueran la agricultura, hizo que se vaciaran las aulas. Pude entonces disponer de una de ellas para ir colocando durante un año todas las maquetas, que estaban distribuidas por todo el colegio. Así surgió MARTE.



    MARTE (maquetas de Arte) supuso un ordenamiento, un nuevo trazado que un alumno se dedicó a diseñar. Otros alumnos a desmontar y montar, otros a restaurar y hacer nuevas edificaciones, otro grupo a iluminar los monumentos, ya que yo también les daba ciencias naturales, y aprovechamos el apartado de conexiones eléctricas. Al final del curso inauguramos nuestro Sancta Sanctórum. En los cuatro cursos siguientes bajábamos a dibujar in situ, a proyectar diapositivas para celebrar las estaciones, a colocar los belenes por navidad, a escuchar audiciones musicales… hasta teníamos un equipo de alumnos preparado para mostrar el trabajo a maestros y alumnos de otros colegios. Fueron muchos fines de semana y horas extraescolares dedicadas a terminar nuestra Capilla Sixtina, cuando todavía aún no existían los aparatos electrónicos que los chavales sustituirán por el trabajo manual; me buscaban para ir al colegio.  


    Nos trasladamos toda la familia a Santo Ángel en el 95, pero jamás perdimos el contacto con Aledo y conservamos nuestra casa de maestros para fines de semana, vacaciones y celebraciones, siempre tuve la llave de MARTE para encerrarme algunos momentos en nuestro paraíso histórico, donde me venían recuerdos apasionantes cargados de ilusiones y experiencias. Aquellos años fueron auténtica facultad de BB.AA (Bellas Artes) aprendí técnicas y estreché conceptos con mis pequeños catedráticos.  


   Seguía pintando en el estudio que me hice en patio de la casa de maestros y además de pintar me reunía, conversaba y celebraba con maestros amigos, Domingo, Carmen, Tomás y Antonio los momentos más plácidos de mi – nuestra vida.


  Hice exposiciones en Totana, Cartagena, Alhama y Castillo de Aledo, en el que otro montaje fue desmontado y arrojado al vertedero. Fue hecho para la presentación de un disco de un grupo de folk totanero, Civilización Cero. En este montaje trabajé junto a mi amigo – aleano Rosendo García.


 Por fiestas de agosto, todos los veranos, junto a mis ex-alumnos metamorfoseábamos el Patio del Cura con instalaciones y propuestas convenidas, aprovechando siempre materiales autóctonos. Durante nuestras vacaciones en Sevilla, iba pensando el motivo y comunicar a los chavales por teléfono los posibles materiales que íbamos a necesitar.

   

 Los inviernos, aquellos inviernos de antes, eran tan fríos que tenía que disponer el salón como estudio. Esta reconversión consistía en entretejer al pie de la chimenea con arpilleras y sacos, soportes que en primavera tensaba con los bastidores. Mientras yo me liaba y reliaba con mis texturas. Mis niñas jugaban y su madre, se aplicaba con sus primores, costuras o disfraces para que Mª Mercedes y Raquel las lucieran en carnaval o por fiestas.


   Ya sabía D. Daniel mis resquemores sobre MARTE y si por necesidad de desafección artística tenía que buscar otra ubicación, la teníamos en Santo Ángel, cerca del Colegio, en la Calle Cuartel. Allí estaría bien custodiada y sin peligros. El alcalde de Aledo tenía mi teléfono y el del colegio por si urgía el traslado.


   Por aquellos años noventa, mi comisario-mecenas, Miguel Olmos, apuesta por mí y me lleva a exponer en el Casino, en las dos salas. Primero había que superar el acto iniciático abajo, una vez superado, alcanzaba la gloria del salón de arriba. Obtengo premios nacionales de pintura, hacemos exposiciones colectivas… comparto salas y exposiciones con Rosendo, persona tremendamente creativa, excelente escultor que domina todo tipo de materiales. Su trabajo es la construcción y la agricultura. Junto con su mujer, Chari, han sido mi mejor premio en Aledo y mi consuelo en las adversidades.


    Los viajes por Europa, Turquía y Norte de África, enriquecieron mi ética y estética, llegando a eclosionar salvajes ideas plásticas que mi otro lóbulo se encargaba de domarlas. De ahí surgen cobardías morales, fragilidades humanas, vanalidades decorativas y un sin fin de apasionamientos que muchos quedaron humildemente anotados en el papel. Otros tuvieron la desfachatez de transgredir vanaglorias y cinismos humanos.


    En el último año del siglo XX, me nombran pregonero de la Semana Santa de Aledo. Aquello supuso un reencuentro emotivo con mis aledanos. Sin que yo lo supiera se colocaron delante del altar mayor, los alumnos del primer año en que llegué a Aledo, a modo de aula, mientras yo pregonaba mi clase con diapositivas, ellos se enviaban mensajes y gestos. Aquella sorpresa tan grata hizo que se me consolidara ALEDO Y MARTE. Aledo sabía que estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de mantener en pie aquellos 12 años incansables de ilusión y trabajo.


    Muchas veces voy a Santa Cruz, a casa de mis padres, por aquella vereda de la ermita vieja. En dicha ermita D. Francisco Conesa bautizó a Mª Mercedes, cuando todavía quedaban caminos sombríos por la naturaleza envolvente, con reducciones de azahares que hoy son caminos ruidosos, recorridos por desquiciantes camiones y vehículos invasores. La paz de antaño ya no se encuentra en el lugar donde nací.


    Un día de septiembre de 2003, íbamos Mercedes y yo con nuestros vecinos de Santo Ángel a pasar un día en Aledo y entre otros lugares, quería mostrarles MARTE. ¡Menudo día! Entramos en el colegio, como cuando Jesús entró en la cripta, donde estaba su amigo Lázaro y sus hermanas le instaron a que no entrara, por los días que llevaba muerto. Aquel hedor a muerte lo sentí yo cuando el limpiador nos dijo, como si hubiese llevado una espada en la mano (que en aquel momento era la escoba de barrer) ¿a qué venís al colegio? ¡No sabéis que el alcalde ha enviado el camión de la basura a llevarse MARTE a la escombrera! –hoy se llama punto verde– ¡Aquello no lo podíamos creer! No hacía un mes que el mismo alcalde me dijo que no me preocupara, que había sitio en el colegio para albergar materiales para la Educación Física y para tres ordenadores, ya que disponía de la antigua cocina del comedor del colegio. ¡Cuánta mierda y cuánto cinismo!

  


   


      Pedimos audiencia en dos ocasiones para que nos explicara el suceso y en las dos nos engañó, desapareciendo del Ayuntamiento y justificándo toscamente el plantón a estos dos maestros infectados.


 A Mercedes, a principios del 2003 le detectan un cáncer y estaba delicada. Ella sabía mi gran preocupación, el enorme trabajo que había supuesto montar MARTE, la inestimable participación de los alumnos, mis múltiples horas…


     Ella había sido directora del colegio durante siete años. Desde aquel momento creo que se aceleró el daño, no lo superó y murió en el verano del 2004.  


    Me costó mucho volver por aquel pueblo, quería hasta ignorar su nombre, como habían ignorado mi dedicación en tareas educativas. El tiempo me apaciguó y la referencia para volver era nuestra nueva casa, la que Mercedes se curró hasta el último detalle. Además de ser una maestra entregada, abnegada y profesional, era enormemente racional, reflexiva y calculadora. Definiendo hasta el milímetro todos los espacios, para hacer una casa cómoda para nosotros y nuestras hijas. La casa se fue forjando con ahorros y la decoración del restaurante Pinito de Oro. Gracias a Bernardina pudimos acabarla.  


    La familia de Bernardina, hijos y nietos me permitieron disponer de un excelente espacio, que en un principio era solo para albergar obra, almacenándola. Después vimos las posibilidades del lugar y planteamos un estudio, sala de exposiciones permanentes y temporales y después la necesidad de hacer partícipes a otros artistas, plantear manifestaciones plásticas, musicales y culinarias. En 2008 inauguramos el espacio expositivo, donde asistieron mis amigos, mis paisanos, familiares de aquí y de Sevilla. Fue un acontecimiento que me hizo sentir más arropado. En dicho evento hubo un protocolo extenso, inesperado y emotivo. Gina con un discurso donde evocaba a su maestro, quehaceres y huellas en ella y demás compañeros. Claudio con un montaje audiovisual que fusionaba el arte y la escuela, mis intervenciones como coordinador de eventos escolares. Además, mis compañeros Paco, Paqui y Juan Emilio trabajaron la imagen y me dedicaron montajes audiovisuales de distintas etapas de mi trayectoria artística… y destacar también a Patricio Egea, sin el cual no hubieran sido posibles mis múltiples y complicados montajes. Él ha sido y sigue siendo el técnico de mis exposiciones. Persona inigualable y profesional único.


    Otro viaje que me marcó fue el de Paraguay, visitando como última escala Iguazú. Parajes paradisíacos que comparte con Brasil y Argentina. Si existe el Edén terrícola tiene que ser allí. ¡Qué recibimientos en cada asentamiento indígena que visitamos! Más que una visita de pintores solidarios con Paraguay parecía una misión diplomática en la que Mª Carmen Hidalgo era como la presidenta de honor, que sin desbancar a encomenderos insta y ayuda a planificar tareas educativas para salir de la ignominia a la que están sometidos.


   Exposición que marca mis enmarcaciones inicuas fue TRÁNSITOS. Todo a raíz de una sacudida visual y aniquilamiento de un trozo de naturaleza aledana, para convertirla en una macrourbanización, que por reventamientos urbanísticos quedó suspendida cuando el paisaje quedó aniquilado. Este fue el motivo de dicho montaje. Empleé materiales que evocaban el pasado, materiales de los alrededores de aquella explosión, empleados o usados por sus gentes y así advertirnos lo que nos hubiera venido encima si hubiera prosperado su ejecución.  


  El viaje más impactante y embaucador fue el del Senegal y Gambia. El guía-s que me esperaba en Dakar para hacer el recorrido por Senegal, ya lo había tenido de ayudante, ya que en ocasiones lo llamaba para montar y desmontar exposiciones, para colocar los bastidores de los cuadros y actividades más creativas. Incluso en Pinito, hay propuestas suyas. Lahad y su familia me invitan a visitarles y a su país. Allí fui el verano de 2010. Todo el viaje fue una aventura impactante. Desde sus gentes a sus parajes, pasando por Goré. El África turística y la profunda. Conociendo su pueblo y a su familia en el Sur. Ziguinchor, cerca de Guinea Bissau. A pesar de estar vacunado contra todo lo “nacio”, estuve varios días con diarrea, que mi médico y amigo Jesús me fue curando por teléfono. El amigo Lahad me tenía preparada la mayor sorpresa, una senegalesa de poco más de veinte años, para casarme. Todo el viaje fue así de desconcertante: los museos en la calle, los monumentos, las gentes mismas, cuerpos/as bellísimos. Toda una vida para plasmar, en una estética envolvente. Tanto avatar y desconcierto, todo se convierte en arte y disfrute callejero. Por ello no hay cines ni teatro, ni salas de arte, ni museos, ni iglesias… Allí sentí autenticidad, candidez y vitalismo, que en nuestra Europa se convierten en falsedad, superficialidad y decadencia…  


    El contacto con africanos me permitió grabar un corto, donde tenía como técnicos de grabación y montaje a Estrella, la hija de Jesús López y a Paula, exalumna estudiante de BB.AA en Valencia. Esta película sirvió para celebrar el Día de la Paz en 2011 en el colegio, interviniendo mis alumnos, en un ambiente de conjunción de colores, razas y culturas. Mientras ellas grababan yo hacía fotografías que me sirvieron y me sirven para plantear nuevos trabajos y otras secuencias para etapas artísticas venideras. Ahora estamos recorriendo parajes de la Región, cuyas tomas parecen de mundos alejados y exóticos.


    El descenso de exposiciones, declive del “mercado de arte” y los enormes gastos, ha hecho que descubra y en ello estoy, en el indómito mundo de la imagen, las situaciones exteriores que intercalo con el estudio.


   En la actualidad, tanto toque y trasloque, tanta monta y remonta en las falaces teorías educativas de bandos y bandadas han hecho posible que sucumba a proyectos, que retiran mis visiones catalizadoras entre educación y creatividad, que me tienten los diablillos del continuismo aburrido… las animaciones espaciales a lo largo del curso, el devenir de las estaciones, conmemoraciones de días señalados, manifestaciones escolares … en el colegio. 


  Los he ido supliendo por encantamientos más fútiles, por desánimos inoperantes ante tanta inopia y oscurantismo por la educación despreocupada por los niños y ocupada en estadísticas, por la ruindad, de instituciones municipales, regionales y nacionales…


    Hace poco, una noche del invierno de 2013, en casa de mi compañera Loli, también estaba invitado nuestro común amigo Enrique y Señora, compañero de mi mujer, Mercedes y de infancia compartida con Juan Uslé. Decía que de prolongar la jubilación escolarizada, había que encontrar otra metodología para no desfallecer, ni ser I+D+iota.


    Cuando me preguntan qué estás preparando o qué llevan entre manos, mi respuesta sería: hacer aquello que las cenizas todavía incandescentes me dejan coger y usarlo, ante tanto vestigio tan frágil como potente, tan repleto como esquilmado. No me gustaría dejar nunca de soñar y ser deslumbrado por lo más insignificante.  



Juan Antonio Cortés Abellán.